Los 33 grados centígrados, el sol infernal y el polvo que reseca la cara son más patentes desde el día del sismo. El reciente terremoto de 7.2 grados dejó una ola de paredes cuarteadas, miles de condominios afectados, casas totalmente destruidas y, básicamente, a miles de personas sin hogar.
Pero el intenso fenómeno no es lo único que le ha pasado a la ciudad; pandillas, asesinatos, secuestros, violencia, feminicidios, manifestaciones y marcada corrupción de las autoridades son el pan nuestro de cada día en un destino que llegó a ser considerado un paraíso en la década de los setentas, incluso su potencial era tanto que tenía la esperanza de consolidarse como una “perla” del turismo mundial.
Hoy, gracias a gobiernos fallidos, los servicios públicos son casi nulos; no abunda el agua potable, pocas veces se recoge la basura y su economía está por los suelos. Aunado a esto el Covid 19 cobró la vida de cientos de sus ciudadanos por el pésimo manejo de la pandemia, nunca se dieron datos reales y jamás aplicaron test de control como medida de freno.
Seis de cada diez habitantes viven con menos de 70 pesos al día, el 80% o más está desempleado por lo que la mayoría tomó las calles y se ha abocado al comercio informal, es decir, al ambulantaje. El umbral de la pobreza es una loza que no le da respiro a casi toda la población.
Mientras que la policía, encargada de la seguridad local, mantiene vínculos estrechos con los carteles de la droga, y es que el territorio se volvió una plaza importante para el trasiego de la cocaína que viene desde Sudamérica. La inseguridad se instaló aquí. Tan sólo en junio pasado más de 150 personas fueron asesinadas. Los analistas le han llamado “la hegemonía del crimen”.
La corrupción de funcionarios del gobierno, quienes desviaron millones de pesos de un ramo destinado a la creación de obras públicas y acciones sociales a sus cuentas personales, sacó a la gente a las calles. Miles de manifestantes protestaron contra un sistema al que culparon de tenerlos en la miseria. Fue la forma de expresar su decepción, su descontento, su dolor y su molestia.
En esta tierra olvidada por Dios y saqueada por sus políticos se vive día a día pensando en migrar, en espera del próximo bloqueo, o con la psicosis de un acto violento, es la única herencia que estos le han dejado a sus pobladores.
Si usted pensó que la ciudad descrita en este texto es Acapulco, déjeme decirle que NO, sin embargo casi es el mismo grado de infortunio en el que nos tienen hundidos todos los entes gubernamentales. Hoy destaca una en especial, Adela Román Ocampo convirtió nuestra pequeña metrópoli en un muladar.
Nos separan 2 mil 916 km de Puerto Príncipe, “la Perla de las Antillas”, capital de Haití... Tan lejos y tan iguales.
La frase: “Quien esconde por miedo su opinión, y como un crimen la oculta en el fondo del pecho, y con su ocultación favorece a los tiranos, es tan cobarde como el que en lo recio del combate vuelve grupas y abandona la lanza al enemigo”. José Martí
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